jueves, 28 de mayo de 2015

Creep

Quiero comprar esa canción.

Algunas veces no soy consciente de lo realmente buena que es una canción hasta que no la escucho versionada por otro grupo o cantante. El otro día, al entrar en una tienda de ropa de la ciudad, descubrí con satisfacción que sonaba una canción preciosa en su interior. Durante un breve instante, melodía y armonía lograron abstraerme del tormento de ir de compras. Entonces me pareció que conocía la canción, que debía ser una versión de algún clásico, pero terminó antes de que pudiera reconocerla. Unos pocos días después, como si fuera Sísifo que carga una y otra vez con la misma piedra, volví a entrar en otra tienda. Y, de nuevo, los dioses se conjuraron para aliviar mi pesada carga, regalándome la misma canción. En esta ocasión estuve más fino. La reconocí pronto. Lo que sonaba en Zara Home era una versión de Creep, el primer sencillo de la banda británica Radiohead.

Siempre me ha gustado Creep. Es de estas canciones que, sin bien transmiten el mismo buen rollo que la sección de economía de un periódico en tiempos de crisis, su fuerza no te deja indiferente. Más bien te noquea lentamente, de forma casi hipnótica. Los versos de la canción te van arrastrando hacia abajo, a una especie de pozo sin fondo. Mi momento favorito, tanto musical como en el mensaje que transmite, es cuando dice: You're so fuckin' special/ I wish I was special/ But I'm a creep / I'm a weirdo. Es un momento sublime, de reconciliación con la parte más miserable de nuestra existencia. Pero no todos piensan igual. Según he leído, la canción fue retirada de la BBC Radio por ser demasiado depresiva. Como si la depresión no hubiera sido la musa de algunos de los más geniales temas de la historia.

Salí de la tienda con infinitas ganas de regresar a casa y escucharla. Con ese gusanillo que solo se sacia cuando la oyes una y otra vez, durante días. Todavía estoy en ello. El gusano ha abierto un boquete que no parece que vaya a cerrarse con facilidad. Mi mente vagabundea buscando el hueco para que Thom Yorke vuelva a hablarme de ella, de su amor imposible, de cómo le gustaría ser especial, como ella.

Normalmente las versiones suelen cargarse la canción original. Raras excepciones existen por ahí. Pero hay que reconocer que la versión que escuché en las tiendas, obra de la banda Postmodern Jukebox y de Haley Reinhart (a los que he conocido gracias a este trabajo), no solo permiten redescubrir Creep, también la llevan a otro terreno, el del jazz, donde la canción muestras otros matices que la hacen, si cabe, todavía más desgarradora.

Siempre he pensado que hasta que no escuchas una canción de pop/rock solo con una voz y una guitarra (valdría un piano) no sabes lo buena que es. Esta versión me ha abierto los ojos: Creep es toda una obra maestra. En este caso, la exuberante voz de Haley Reinhart únicamente se hace acompañar de un piano, un contrabajo y algo de viento, concretamente un saxofón y un trombón, demostrando que más de dos solo son multitud si no se está a la altura. No es el caso, la combinación es perfecta. Mención especial cabe hacer del final de la canción, donde Haley se desata.

El artículo debe terminar así, hablando de ella. No de Haley ni de la musa que inspiró a Thom Jorke y compañía, sino de Creep, de la canción. Porque es especial, jodidamente especial.