domingo, 20 de abril de 2014

Après mai (Después de mayo)

Saquen ustedes sus propias conclusiones.


Después de mayo no es una película cómoda. No es una historia sencilla de buenos y malos, no es una historia de héroes o villanos. Los protagonistas tienen matices, grandes ideales pero también tremendas contradicciones. Son jóvenes y se enfrentan a un presente turbio y a un futuro todavía más incierto. Aspiran a la revolución, pero en el colectivo sienten la soledad y en su individualismo se cargan de inseguridades.

Después de mayo no es una película que extraiga conclusiones. Es el propio espectador el que debe sacarlas.

La historia comienza en Francia, en los años que siguieron a la revolución de mayo del 68 (de ahí el título). El director, Olivier Assayas, nos sitúa en un instituto parisino. Algunos estudiantes muestran su indiferencia en clase, pero en cuanto salen de ella se dedican entusiastamente a repartir octavillas y panfletos que animan a la revolución soñando con un mundo, no sé si mejor, pero sí diferente. Su propia juventud y el ambiente que respiran les insuflan ideales en sus venas, hasta el punto de enfrentarse a cualquiera que forme parte del sistema establecido.

La película sufre un giro después de que el grupo protagonista, en uno de sus actos reivindicativos o, en este caso, más bien vengativos, deje en coma a uno de los guardas encargados de vigilar el instituto. En ese punto de inflexión se les aconseja que se marchen de la ciudad, por lo que, aprovechando las vacaciones, cada uno sigue su camino. Tres de ellos, Gilles (Clément Métayer), Christine (Lola Créton) y Alain (Felix Armand) se marchan a Italia para sumarse a unos cineastas alternativos, participando de sus discusiones dogmáticas y sus asambleas con la revolución siempre como telón de fondo. A partir de ahí, Gilles (el verdadero protagonista de la cinta) va sufriendo una transformación desde lo colectivo a lo individual. Al tiempo que se debate entre el amor (más idealizado) que siente por Laure y el (más real) que comparte con Christine, va rumiando interiormente el camino que seguirá su vida, entre su vocación de pintor y las propuestas de luchar por la revolución que le ofrecen sus amigos.

En mi opinión, lo que sigue después es el desapego que va sufriendo Gilles por todo lo que le rodea, incapaz de encontrar su verdadero sitio en el mundo. Cada uno de sus camaradas se vuelca en diferentes alternativas. Jean Pierre, por ejemplo, se orienta hacia el activismo radical, cercano al terrorismo. Alain decide volcarse plenamente en su faceta artística, tras un desengaño amoroso con una norteamericana que vuelve a su país tras un aborto. Laure (su amor platónico) camina peligrosamente entre el amor con un hombre mayor que ella, el desenfreno y las drogas. Mientras que Christine, que continúa con el clan de cineastas, termina siendo su chica de los recados y su ama de casa. Quizá por todo ello, Gilles decide romper con su pasado y marcharse a Londres para colaborar en una película de dudosa calidad. No queda claro si con el objetivo de alejarse de los demás o para alejarse de sí mismo. Cada espectador imagino que podrá elegir la opción que más le convenza, o le convenga.

Después de mayo me ha parecido una película interesante. Sin duda te hace reflexionar sobre aspectos tan complejos como la revolución, los ideales, las contradicciones, además de mostrar de forma muy clara las miserias que acompañan a todas las personas, inclusos las que dicen abandonarse a sí mismas en la lucha por sus convicciones.

Siento no poder ofrecer más conclusiones sobre esta película, porque de cada detalle, de cada diálogo podría iniciarse una extensa reflexión. Y no estaría exenta de contradicciones.

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