Saquen ustedes sus propias conclusiones.
Después
de mayo no es una película cómoda. No es una historia
sencilla de buenos y malos, no es una historia de héroes o villanos. Los
protagonistas tienen matices, grandes ideales pero también tremendas
contradicciones. Son jóvenes y se enfrentan a un presente turbio y a un futuro
todavía más incierto. Aspiran a la revolución, pero en el colectivo sienten la
soledad y en su individualismo se cargan de inseguridades.
Después
de mayo no es una película que extraiga conclusiones. Es
el propio espectador el que debe sacarlas.
La historia comienza
en Francia, en los años que siguieron a la revolución de mayo del 68 (de ahí el
título). El director, Olivier Assayas, nos sitúa en un instituto parisino. Algunos
estudiantes muestran su indiferencia en clase, pero en cuanto salen de ella se
dedican entusiastamente a repartir octavillas y panfletos que animan a la revolución
soñando con un mundo, no sé si mejor, pero sí diferente. Su propia juventud y
el ambiente que respiran les insuflan ideales en sus venas, hasta el punto de
enfrentarse a cualquiera que forme parte del sistema establecido.
La película sufre un
giro después de que el grupo protagonista, en uno de sus actos reivindicativos
o, en este caso, más bien vengativos, deje en coma a uno de los guardas
encargados de vigilar el instituto. En ese punto de inflexión se les aconseja
que se marchen de la ciudad, por lo que, aprovechando las vacaciones, cada uno
sigue su camino. Tres de ellos, Gilles
(Clément Métayer), Christine (Lola Créton) y Alain (Felix Armand) se marchan a
Italia para sumarse a unos cineastas alternativos, participando de sus
discusiones dogmáticas y sus asambleas con la revolución siempre como telón de
fondo. A partir de ahí, Gilles (el verdadero protagonista de la cinta) va
sufriendo una transformación desde lo colectivo a lo individual. Al tiempo que
se debate entre el amor (más idealizado) que siente por Laure y el (más real)
que comparte con Christine, va rumiando interiormente el camino que seguirá su
vida, entre su vocación de pintor y las propuestas de luchar por la revolución
que le ofrecen sus amigos.
En mi opinión, lo que
sigue después es el desapego que va sufriendo Gilles por todo lo que le rodea,
incapaz de encontrar su verdadero sitio en el mundo. Cada uno de sus camaradas
se vuelca en diferentes alternativas. Jean Pierre, por ejemplo, se orienta hacia
el activismo radical, cercano al terrorismo. Alain decide volcarse plenamente en
su faceta artística, tras un desengaño amoroso con una norteamericana que
vuelve a su país tras un aborto. Laure (su amor platónico) camina peligrosamente
entre el amor con un hombre mayor que ella, el desenfreno y las drogas.
Mientras que Christine, que continúa con el clan de cineastas, termina siendo su
chica de los recados y su ama de casa. Quizá por todo ello, Gilles decide
romper con su pasado y marcharse a Londres para colaborar en una película de
dudosa calidad. No queda claro si con el objetivo de alejarse de los demás o para
alejarse de sí mismo. Cada espectador imagino que podrá elegir la opción que
más le convenza, o le convenga.
Después
de mayo me ha parecido una película interesante. Sin duda
te hace reflexionar sobre aspectos tan complejos como la revolución, los
ideales, las contradicciones, además de mostrar de forma muy clara las miserias
que acompañan a todas las personas, inclusos las que dicen abandonarse a sí
mismas en la lucha por sus convicciones.
Siento no poder
ofrecer más conclusiones sobre esta película, porque de cada detalle, de cada
diálogo podría iniciarse una extensa reflexión. Y no estaría exenta de contradicciones.
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