martes, 17 de diciembre de 2013

El asesino hipocondriaco

Novela eficaz que nos presenta a un personaje magistral.



Leí esta novela porque me la habían recomendado. Un amigo escritor, al que tengo mucho respeto porque es un tipo que transmite optimismo y buen rollo a raudales y porque escribe y publica libros periódicamente, me la puso entre las manos y me dijo con una mirada cómplice:

     Tienes que leerla.

Y yo, que soy muy obediente y no echo en saco roto los buenos consejos, me la leí.

El principio es sugerente y prometedor: «No me queda más que un día de vida, después de haber escatimado quince millares a la muerte, sólo me resta uno más. Dos, a lo sumo. Tengo la absoluta certeza de que ni un día más tarde de hoy moriré. Como mucho mañana. Contravendría todas las leyes de la naturaleza que mi cuerpo transido de enfermedades, horadado por todas las afecciones, se sostuviera con vida un día más. Pero no me puedo ir sin antes haber acabado con Eduardo Blaisten. Me pagaron por adelantado, y yo soy un hombre de moral kantiana».

La historia es simple: un asesino a sueldo, hipocondriaco, tiene que matar a un tipo antes de que cualquiera de sus múltiples enfermedades acabe con él. No hay mucho más, todo el argumento gira en torno a esa idea fija, por lo que el principal interés de la novela está en su personaje principal, el enigmático señor M.Y., el asesino a sueldo, que cree de sí mismo ser una especie de milagro médico por seguir viviendo y que cree sufrir la peor de las suertes del mundo.

La novela supuestamente debería estar encuadrada en el género de novela negra, pero el sentido del humor que predomina en cada una de las páginas la convierte en una novela original e inclasificable. Es fácil de leer, divertida, y combina las aventuras y desventuras del señor M.Y. con algunas historias curiosas sobre algunos personajes ilustres que aparentemente fueron igual de hipocondriacos que el protagonista: el filósofo Kant, Poe, Lord Byron, Voltaire, Jonathan Swift, Descartes, etc. Éstos, como el protagonista de El asesino hipocondriaco, alertan constantemente a su entorno de su delicada salud y de la proximidad de su muerte. Muchos de ellos tuvieron una larga vida aunque, inevitablemente y tal como predijeron, acabaron muriendo.

La novela no ha terminado de engancharme, seguramente—lo confieso— porque me ha pillado en un mal momento. Mi equilibrio interior anda bajo mínimos y no dispongo de la serenidad suficiente (condición imprescindible) para disfrutar de la literatura. De todas formas es un libro interesante y resuelto con mucho oficio. Con cierta falta de ritmo y lejos de poder ser considerada una obra maestra (si es que aún se escriben obras maestras), es una novela eficaz que pone en el mapa a un escritor malagueño, Juan Jacinto Muñoz Rengel, que promete ofrecernos un buen puñado de buenas novelas. Que así sea.