El
amor tras los títulos de crédito.
Todos nos hemos preguntado en alguna ocasión qué ocurre con las historias de amor de Hollywood más allá del inevitable, previsible y lacrimógeno final feliz. ¿Cómo continúa la historia cuando se apagan los títulos de crédito?
Con este objetivo se
embarca Derek Cianfrance en su película Blue
Valentine. El realizador estadounidense pretende contarnos una historia de
amor una vez que la ilusión, el romanticismo y el enamoramiento se han
transformado en frialdad, rutina y hastío. La originalidad la encontramos en
que a las escenas de la desgastada pareja se le intercalan —a modo de flashback—
escenas del comienzo de su relación, cuando el amor lo podía todo, cuando su
amor superaba cualquier dificultad. Lo que ocurre entre medias no lo cuenta,
quizá porque todos nos lo imaginamos. Pasa lo que suele pasar en casi todas las
historias de amor una vez que finalizan los títulos de crédito.
Encontrar al amor de
tu vida es un milagro; conservarlo es el trabajo de toda una vida. Ese esfuerzo
diario es el que supuestamente van dejando de hacer Dean y Cindy. Hasta que en
un momento dado, Dean, en un último intento por recuperar el romanticismo en su
relación, le propone a Cindy pasar una noche en un hotel. En la habitación del futuro,
curioso nombre para alojar a una pareja ya sin futuro, empiezan a recordar los
tiempos en que se conocieron, en que vencieron todas las dificultades para
estar juntos.
Blue Valentine se asienta
en un sólido guión, dramático y sin fisuras. Los flashbacks continuos sirven
para establecer una comparativa en la forma de afrontar las dificultades de los
mismos protagonistas en dos momentos vitales completamente distintos. Quizá las
personas no cambien, pero las relaciones sí, especialmente si no se cuidan.
Probablemente la
película no sería tan dolorosamente real sin su pareja protagonista. Ryan
Gosling demuestra no sólo tener su gran talento interpretativo, sino una
extraordinaria intuición para elegir sus proyectos. Al actor canadiense lo
encontramos en algunas de las mejores películas que se han hecho en los últimos
tiempos. Con Michelle Williams pasa tres cuartos de lo mismo. En cada película
se supera, por lo que ambos están entre los mejores y más cotizados actores del
momento. Por mérito propio.
La única pega de la
película es que una dosis tan fuerte de realidad te deja noqueado. Uno mira al
mundo con una pizca más de tristeza después de haber visto Blue Valentine. Quizá Hollywood tenga razón y toda historia debiera terminar tras los títulos de crédito.
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