Vine a Comala porque me dijeron que sería feliz.
«En Comala
comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver».
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver».
(Joaquín
Sabina – Peces de ciudad)
Es cierto ¾confieso con tristeza¾, no he logrado
disfrutar plenamente de la novela del mexicano Juan Rulfo. Me he perdido entre
las calles de Comala, entre sus personajes, en sus cambios de narrador, en sus
historias que dan saltos en el tiempo, en ese realismo mágico del cual esta
novela es uno de sus máximos exponentes, pero que a mí me ha confundido.
Pedro
Páramo era un libro eternamente pendiente. Mi interés
creció a pasos de gigante el día que escuché por primera vez la cita que uso
como introducción, el verso de una de mis canciones favoritas de Sabina. Desde
ese momento quise viajar a Comala, conocerla, saborear cada uno de sus
rincones. Quise intentar ser feliz allí. Ahora que he vuelto de ese viaje tengo
recuerdos antagónicos, una mezcla agridulce que hasta que pase un cierto tiempo
no voy a ser capaz de digerir. Aunque lo más probable es que tenga que volver a
Comala, releer de nuevo Pedro Páramo.
Me resisto a no ser feliz en Comala.
Lo que me ha ocurrido
con Pedro Páramo no me sorprende. Ya
me había pasado con algunos escritores latinoamericanos. Sí, soy uno de esos
que no es capaz de terminar Rayuela; Cortázar es un autor que se me atraganta,
pese a que en algunos de sus párrafos sienta que toco el cielo. Tampoco pude
con Juan Carlos Onetti. Tuve que huir de su Santa María, ese lugar inexistente
en el que desarrolló buena parte de su obra literaria. Demasiado caótica para
una mente, la mía, que siempre necesita encontrar un sentido.
Supongo que hay
sitios que no son para uno. Pero espero sinceramente que Comala no sea uno de
ellos. Lo intuyo porque algunas frases del relato no pueden ser más bonitas:
«Faltaba para mucho para el amanecer. El cielo estaba lleno de estrellas,
gordas, hinchadas de tanta noche. La luna había salido un rato y luego se había
ido. Era una de esas lunas tristes que nadie mira, a las que nadie hace caso».
Me contaron que en
Comala sería feliz. Pero, por el momento, sólo puedo añadir que «hay pueblos
que saben a desdicha». Volveré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario