Contar una historia
en tres actos no parece fácil. Menos aun cuando median nueve años entre cada
uno de ellos. Para más inri, y saltando sin red en ese circo de tres pistas que
hasta ahora es la cinéfila vida de Jesse y Céline, cuando la historia se limita
prácticamente a una conversación entre sus dos protagonistas.
Esa virguería la
consigue con nota el director Richard Linklater, ayudado por sus dos cómplices en
esta aventura que dura ya casi veinte años: los ya entrañables Julie Delpy y Ethan
Hawke. A estas alturas los actores están tan implicados en el proyecto que
ellos mismos participan en la creación de los diálogos. Al fin y al cabo, ellos
son la película.
Empecé a ver esta
trilogía por la segunda parte (Antes del
atardecer). Después vi la primera (Antes
del anochecer) y por último, aunque espero que no sea la definitiva, he
visto la recién estrenada tercera parte: Antes
del anochecer. Creo que mi favorita sigue siendo la segunda, esa deliciosa historia
en la que los protagonistas dan un paseo en tiempo real por París mientras se
ponen al día de lo que han hecho, lo que no han hecho y lo que les hubiera
gustado hacer en los últimos nueve años. Quizá es porque es la que más se
ajusta a mi momento vital. O pudiera ser que fuera porque es la más arriesgada
y original.
Antes
del anochecer, la última de la saga, se desgrana en
cuatro secuencias principales: la despedida del hijo del primer matrimonio de
Jesse (Ethan Hawke) en un aeropuerto griego, un trayecto en coche con Jesse
conduciendo, Céline (Julie Delpy) de copiloto y las gemelas de ambos durmiendo en
el asiento de atrás, una comida con amigos que da pie a un cruce de diálogos
con la temática habitual de estas películas —el amor y la vida— y la traca final:
la devastadora conversación de Jesse y Céline en una habitación de hotel, la
última noche de sus vacaciones en Grecia. Creo que en realidad las tres
primeras secuencias son una excusa necesaria para contar a los espectadores los
nueve años de relación de Jesse y Céline, una vez que el escritor decidiera
perder el avión seducido por la personalidad y la dulce voz de Céline a la
guitarra.
Porque una vez que el
director nos ha dibujado en nuestra mente sus impresiones sobre lo que ha
supuesto la concreción, convivencia y desgaste del amor romántico que se inició
hace ya cerca de veinte años entre Jesse y Céline, nos suelta a bocajarro la
secuencia más complicada, intensa y desesperanzadora que haya visto en los
últimos tiempos: una discusión tan real y compleja que se parece demasiado al
amor real, y que está bien lejos del que se suele contar en las películas. Es
en esa secuencia donde descubrimos que los protagonistas han madurado y
crecido, pero que también se han desencantado y han convertido en insufribles sus
antaño inocentes defectos. Céline es ahora una mujer cínica y frustrada que se
refugia en el feminismo para no reconocerse culpable de que sus sueños de
juventud se hayan hecho trizas. Jesse es egoísta y algo irresponsable, que achaca
a la fatalidad y a una sociedad decadente el haberse pasado la vida pensando
más en el mismo que en los seres a los que supuestamente quería.
Mientras que Céline
ve en las frecuentes discusiones de sus hijas gemelas un esperanzador brote de
lucha y no sumisión ante la vida, Jesse ve un preludio del fin de la humanidad.
Un simple detalle que muestra perfectamente la personalidad de sus padres.
Lo mejor de Antes del anochecer siguen siendo los
largos y complejos diálogos de sus dos protagonistas. Lo peor quizá sea la escena
de la comida con los amigos. Me parece que extender la profundidad de los
diálogos a ocho personas resulta demasiado irreal, aunque es cierto que esta
escena le da un toque diferente a la saga. De todas formas, Antes del anochecer es una película para no
perderse. Toda la trilogía es para no perdérsela. Esperemos que dentro de nueve
años Céline y Jesse vuelvan a aparecer en nuestras vidas. No olvidemos que el amor
siempre será eterno mientras dure.
Yo tuve la suerte de ver la primera parte, por casualidad, en el cine. Durante mucho tiempo fue para mi esa pelicula de la que quieres hablar con la gente y nadie la ha visto. Otra casualidad hizo que me enterase a los años de la segunda parte, y han sido otros tantos esperando para saber cómo iban, igual que yo, envejeciendo. Hace unos días le he regalado a mi mujer la trilogía completa, para buscar ese momento en el que ver la historia de un tirón. Para mí, que no soy cinéfilo ni clásico, son las películas perfectas!
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