Dicen que cualquier
tiempo pasado fue mejor. Seguramente no sea cierto, pero en cuestión de música,
reconozco que me cuesta encontrar una buena canción que no tenga ya algunos
años, los suficientes para que el tiempo la haya puesto en su sitio. Por eso
suelo sintonizar M80 en el coche con cierta frecuencia. La mayoría de las
canciones que suenan en esta emisora las conozco, y muchas de ellas me gustan.
Pasa el tiempo y me siguen gustando. En algunas ocasiones, el paso del tiempo
es la prueba del algodón para filtrar a las canciones que se convertirán en
inolvidables.
El otro día M80 me
regaló una de mis canciones favoritas: Sultans
of Swing, de los fantásticos e inimitables Dire Straits. Para aquellos a
los que nos fascinan las guitarras eléctricas, Sultans of Swing es una especie de himno, una canción de culto.
En esta canción, la
guitarra es tan importante que es imposible tararear la melodía sin añadir cada
uno de los arreglos de la guitarra principal. De hecho, me atrevería a decir
que la canción funciona a modo de dueto: Mark Knoppler canta uno o dos versos y
acto seguido entra la guitarra para darle la réplica. Como si el bueno de Mark
charlara tranquilamente con su guitarra. El punto álgido es el solo de guitarra
que sin duda figura entre los más grandes de la historia del rock.
No hay duda: Sultans of Swing es una de esas grandes canciones de las que uno no se cansa nunca de escuchar. Y una de las canciones,
al menos de las que conozco, donde la importancia de los arreglos se define de
una manera más sobresaliente. Igual que la mayoría de las canciones de los
Beatles no serían lo que son sin los arreglos, Sultans
of Swing habría sido presa del olvido si no llega a ser por sus arreglos, por esa maravillosa guitarra que
canta.
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